familiaMis hijas leen y juegan

25 marzo, 20180

Víctor López 25.03.2018 | 23:58 | Medio: La Provincia

 

Cuando era niño le preguntaba a mi padre qué quería que estudiase de mayor y él siempre me respondía lo mismo: «Medicina, no hay ningún médico en la familia y cuando me ponga enfermo quiero que me cures». A pesar de su sólido argumento, la medicina duró poco entre mis opciones de estudios.

Acabé cursando Derecho, y tarde porque en el Instituto me interesaban más el baloncesto y las chicas. Quizá fue eso lo que me alejó de la vocación de mi padre.

Si mis hijas me preguntasen qué quiero que sean de mayores, no sabría qué decirles. Quizá que estudien aquello por lo que tengan vocación, lo que les emocione y les haga disfrutar. Piloto de drones, mecánico de coches eléctricos o jugadoras de videojuegos podrían ser buenas alternativas. Pero, de momento, mi único consejo es que lean y jueguen.

Hoy me dedico a crear y producir contenidos digitales. En mi bagaje atesoro éxitos y fracasos forjados a partes iguales de pasión e inconsciencia. Desde Pocoyó, el primero, a Cleo y Cuquín, el último, han pasado 17 años, hemos dado a luz tres mil doscientos minutos de animación y varios videojuegos, otros se han quedado en los tinteros de nuestros ordenadores, descartados o no producidos por nuestra incapacidad para hacerlos realidad.

Dice el Departamento de Comercio de Estados Unidos, que en 2016 la industria del entretenimiento movió 1,9 trillones de dólares en todo el mundo y la mitad vienen de los videojuegos. Un tercio de esa cifra se alcanzó en EE UU, donde se generaron un millón y medio de empleos directos y más del doble de indirectos, ¡qué envidia! No sé a ustedes, pero a mí estas cifras me resultan difíciles de asimilar. ¿Cuánto ocuparán 1,9 trillones de dólares? ¿Cabrían en nuestra casa? ¿Cuánto pesan? ¿Cuántas vidas necesitaríamos para gastárnoslo? ¡Eso es! ¿Cuántas vidas?

Esas cifras no tienen por qué estar al cabo de la calle, yo mismo no las conocía en detalle hasta que me he puesto a trabajar en este artículo, pero cualquier persona sería capaz de deducir que (la industria de) los videojuegos y, en general, (la de) los contenidos son hoy una fuente de consumo de vida, porque ¿cuántas horas dedicamos a ver TV o Netflix o HBO? ¿cuántas a navegar por Youtube o a ir al cine? ¿cuántas a ver partidos de fútbol o baloncesto en cualquier pantalla? Y ¿a jugar?, ¿y a ver jugar? Pues debe haber una correlación directa entre las cifras mencionadas y las horas de vida que le dedicamos. En las bandas de las canchas de baloncesto y de los campos de fútbol de todo el mundo hay cada fin de semana miles de padres que sueñan con que sus hijos sean unos virtuosos del balón y se conviertan en el próximo Gasol o Messi. Casi ninguno lo logrará.

 

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